miércoles, 14 de agosto de 2013

VIVEN CONMIGO

Esta noche -mejor dicho, madrugada- he dormido muy poco, casi nada. A parte de acostarme tarde, como siempre hago, la niña fantasma del comedor ha hecho mucho ruido rompiendo mi silencio adorado. Ha encendido esa odiosa televisión, a todo volumen. Sonaba un canal de música, todo tipo de canciones comerciales se han hecho con el poder, algunas más antiguas, otras más novedosas, canciones mejores y peores han inundado mi casa. Presa del pánico no he tenido valor para bajar al comedor y apagar la televisión. He escuchado todo tipo de canciones, he reconocido entre otras Enjoy the silence (qué irónico) de Depeche mode, In the name of love de U2 y Like a prayer de Madonna, entendiendo perfectamente la letra y pudiéndolas seguir. Un contraste brutal con esa canción que canta la niña a veces, por los rincones de la casa, una canción de cuna que me destroza los nervios. Por toda la casa se han oído esas canciones alejadas de esa melodía deprimente que canta y de ese extraño violín desafinado que otras veces ella también toca siniestramente. Ni murmullos, ni llantos, ni bellas sinfonías, ni el apreciado silencio han bordado esta noche... esta vez han sido canciones pop, eso sí, mezclando de modo desconcertante lo sobrenatural con lo mundano, dando un aire absurdo a la situación.
He pasado miedo, ella no me hará nada, pero no puedo evitar temerla. Miedo al miedo supongo, eso es. A veces mi corazón no soporta el temor. Fijo mis ojos en la oscuridad de la habitación esperando una figura fantasmal pero no llego a verla. Está bien -pienso- quédate abajo con esas canciones pop y pégate un bailecito, pásalo muy bien pero por favor, mantén la distancia, no vengas, sé que sabes que me has despertado, que lo estoy oyendo todo y que no puedo enfrentarme a ti.


En ese momento tengo que ir al lavabo pero me aguanto porque me da miedo salir al pasillo. Mi habitación me parece más segura en ese momento, mi refugio. Me parece que una sombra se mueve en el espejo, aparto la vista, creo ver una silueta oscura y unas manos acercarse a la superficie. Me doy cuenta de que en realidad en ningún lugar estoy segura. Hay un momento en que no puedo aguantar más y armada de valor salgo de mi cuarto. Una figura muy alta me espera al lado de la puerta, no la miro directamente, me doy la vuelta percibiendo su poderosa presencia pero al hacerlo me quedo ante las escaleras y ahí, en un escalón que baja hacia el comedor está ella, mirándome con los ojos inusualmente saltones. Con camisón, tan pequeña, con su cabello lacio sobre los débiles hombros. Su cara parece de hielo y toda ella está tan quieta... Su imagen grotesca y sombría se queda grabada en mi mente. Salgo de mi parálisis de miedo y entro en el cuarto de baño. Tras un rato dando vueltas trato de salir otra vez. Maldita sea, que no me haga la jugarreta de aparecer en el espejo... aunque no es la niña la que suele aparecer en los espejos. Es la otra, la chica triste a la que más le gusta manifestarse en los espejos... ella es otra alma inquieta que deambula por esta casa. A la niña no le gustan tanto los espejos, a la niña le gusta hacer ruiditos, cantar, cambiar las cosas de sitio... pero ¿aparecer en el espejo? No. Parece que no lo hará. Finalmente nadie se aparece en el espejo, sólo mi rostro que ya de por sí también es terrorífico con esa expresión de angustia, pena y miedo que acaba por intimidarme a mi misma. Salgo del cuarto de baño y vuelvo a mi habitación. Esta vez por el camino no me encuentro a nadie, me cubro con las sábanas, incluso trato que mi respiración sea bien silenciosa, no fuera a delatarme, qué cosa tan abusrda, ellos ya saben que estoy aquí y tal vez me están observando aunque yo no les vea.
No podré dormir. La música pop sigue sonando, bien alto. Al principio pensé que podría venir de fuera, de alguna fiesta... no quería admitir que venía del piso de abajo. Esa niña traviesa...
¿Cuántas almas viven aquí conmigo? ¿Quiénes son?
Al final la música ha parado. El alivio inicial pasa pronto al oír unos ligeros pasos subir por las escaleras y detenerse delante de mi puerta. No, por favor, no entres, suplico. El pomo de la puerta empieza a girar, suavemente. La tensión me mata, al final, no sé por qué suelta con brusquedad el pomo. Grito. Pero ella no entra, ni siquiera llega a abrir la puerta. Una vez recuperada del impacto se lo agradezco.
Sí, todo esta madrugada. A veces tienen cierta discreción, otras veces se hacen notar mucho, un escándalo.
Eso pasa. Últimamente parecen tener una necesidad urgente de llamarme la atención, algo quieren.
La niña corre, juega, canta... luego está esa chica que me llama desde los espejos, parece atrapada dentro de ellos pero realmente no lo está porque a veces la veo también fuera, llorando, susurrando, incluso pronuncia mi nombre y también está ese, el tipo alto sin cara... o tal vez tiene rostro sólo que nunca tengo valor para alzar la vista y mirarle...me da tanto miedo...


Cuando he salido de la cama me sentía agotada preguntándome si por lo menos todo había terminado. Me paseé por la casa intentando recuperar mi territorio, nuestro territorio... de mío nada... Paso por el pasillo, tan oscuro, de día y de noche, paso por delante del espejo y esta vez, la chica, esa chica empieza a aparecerse, me quedo hipnotizada ante su rostro suave y lleno de tristeza, acerca su mano hacia mí e incluso llega a salir del marco... no sé si es un gesto para pedir ayuda o quizá quiere consolarme, sabe que yo también estoy triste y ella quiere acariciarme con su suave y fantasmal mano... ¡o quizá quiere llevarme con ella ! Asustada salgo de mi estado y me alejo corriendo. Aquí todo está vivo... y muerto, muerto en vida diría yo. Esta casa toda ella tiene vida, cada rincón, cada objeto, cada sombra... y eso me genera atracción y temor al mismo tiempo, ahora mismo, me da terror. No sé queridas almas que vivís conmigo, no sé si con mi miedo llegaré a conoceros.

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