Hace unos días fui a comprar una lata de bombones. La compré en la tienda que hay en el teatro de la ópera, uno de mis rincones favoritos. Se me hizo tarde tras quedar con una amistad y encima, como siempre hago, me entretuve viendo los libros de música, las máscaras, los discos... Muy contenta con la lata al estilo art nouveau me detuve al oír los timbres que anunciaban que el concierto estaba a punto de empezar. Me quedé en silencio, emocionada, por los altavoces de la tienda se oyeron a los músicos afinar sus instrumentos, un sonido mágico que te transporta y que anuncia que algo muy hermoso está a punto de ocurrir. Con el corazón en un puño presté atención a las primeras notas del concierto, una música sinfónica, expresiva y llena de pasión sonaba con fuerza. Me sentí afortunada por oír esa música divina aunque fuera a través de los altavoces. Embelesada, no me di cuenta de que el tiempo pasaba y me dirigí apresuradamente a la salida... ¡estaba cerrada! Me sentí un poco confundida ante la persiana aunque sinceramente, quedarme atrapada dentro de la ópera no me preocupaba mucho. Le conté a uno de los trabajadores que me había despistado y tenía que salir, él me dijo que lo intentara por la otra puerta, al fondo, una salida que yo apenas conocía. Un poco nerviosa le conté a una de las trabajadoras del teatro que me había despistado, ella sin problemas me indicó que saliera por ahí.
Poco después estaba en el autobús, volviendo a casa, con notas maravillosas sonando en mi interior. ¡Cómo me hubiera gustado oír todo el concierto! Abrí la lata de los bombones y los saboreé detenidamente pensando un poco molesta en lo caro que resulta ir a la ópera. Para las personas sin muchos recursos económicos es muy complicado, sin embargo, hay gente ignorante que no siente amor por la música pero puede permitirse asistir a esos conciertos y representaciones de ópera para fingir ser "cultos" o "sensibles". Alguna vez me he encontrado con personajes así que dicen amar la ópera pero que luego no saben nada de argumentos, intérpretes, compositores...
Para mí ir a la ópera es complicado por un tema económico pero en esos momentos, en mi casa guardaba una entrada para ir a ver Madama Butterfly dentro de unos días. Sonreí y disfruté de otro bombón. Una persona muy especial, una especie de hada madrina, sabiendo mi amor por la ópera, me regaló esa entrada por mi reciente cumpleaños. Así que en cuestión de días estaría ahí, gozando de la bellísima música de Giacomo Puccini.
Giacomo Puccini |
El día llegó, el fin de semana pasado viví intesamente una representación de Madama Butterfly. Una historia desgarradora perfectamente contada con la música siempre impactante y arrolladora del gran Puccini.
La historia de la "Señora Mariposa" (Cio-Cio-San) es eterna porque en ella estamos tod@s representad@s. El sufrir por amor. La geisha Cio-Cio-San se casa con el teniente americano Pinkerton. Ella está perdidamente enamorada y llena de esperanzas pero para Pinkerton es sólo un pasatiempo y un capricho estar con ella. Un día Pinkerton se va a America diciendo a su joven esposa que volverá... pasan 3 años. Ella en la ruina lo espera pacientemente, desesperada pero con la ilusión de verle otra vez. La gente de su
alrededor intenta convencerla para que rehaga su vida, que admita que Pinkerton la ha abandonado y que se case con un hombre adinerado que la ayude. Ella a pesar de estar en una situación límite, desesperada, dolida y loca de amor no pierde las esperanzas, vive añorando a su amado pero cuenta que cree que él volverá (en la famosa y maravillosa aria "Un bel di vedremo"). Ella lo ha dejado todo por él, incluso su religión haciendo que su familia la repudie. Cada día espera la llegada de su marido americano y no para de recrear en su imaginación la vuelta de éste. Uno de los argumentos que usa la joven geisha es un hijo que fue concebido en la noche de bodas, cree que cuando Pinkerton sepa de su existencia tendrá una razón más para volver. Efectivamente Pinkerton vuelve pero toda la euforia y todas las ilusiones de Madama Butterfly acaban destrozadas: Pinkerton no desea verla, no volverá con ella, se ha casado con una mujer americana y como si eso fuera poco viene para llevarse al hijo de ambos.
Con el corazón totalmente destruido, Cio-Cio-San se despide de su hijo (llamado Dolor) en una brutal y trágica escena final. Venda los ojos a su hijo, le da una banderita americana y lo deja a la espera de Pinkerton... poco después ella se suicida de modo ritual con el cuchillo de su padre. Pinkerton, lleno de remordimiento va a buscarla... pero ya es demasiado tarde. Esta trágica escena está bordada con la música exótica, solemne y sobrecogedora de Giacomo Puccini, un gran maestro de la emoción.
Ahí, en el escenario estaba el inocente niño con los ojos vendados, jugando con la banderita ajeno a que su madre, Madama Butterfly estaba agonizando con esa música estremecedora, mientras en el decorado (fabulosa escenografía también) un árbol iba perdiendo las hojas (hermosa metáfora). Madama Butterfly cayó muerta en el último y tensísimo golpe final de la música. El público casi no se podía recuperar del impacto, con los ojos llenos de lágrimas.
Aplaudí con emoción. Reflexiono sobre ese gran dolor de la geisha abandonada. Esa triste esperanza, soñar con ese amor que devora el corazón, un amor que se alejó, que se fue a otro país pero que ella convierte en el centro de su vida, convencida de que volverá y de que la distancia y el sufrimiento serán compensados con un bello reencuentro, con una relación maravillosa. Realmente ese amor vuelve pero para abandonarla, para destrozarla, para acabar con su vida. Qué peligroso es entregar tu corazón y dedicar tu vida a alguien. Qué terrible cuando ese alguien no es el ángel que soñabas sino un ser egoísta que te hace daño, que te abandona tras todas tus ilusiones y fuertes sentimientos.
Pienso en ese dolor intenso, ese dolor al que parece que no se puede sobrevivir, que te persigue siempre, a cada momento. La Señora Mariposa no podía soportarlo y eligió la Muerte. Pienso en cómo habría sido si verdaderamente hubiera rehecho su vida, apartando ella al marido que la abandona, amándose a ella misma y no a ese hombre ingrato.
Recuerdo que la ópera está basada en un hecho real. La historia tiene distintas versiones, me gusta una que cuenta que Madama Butterfly no se suicidó pero vivió apartada del mundo, hundida en una gran depresión. Más adelante, su hijo, conociendo la historia, decidió abandonar al padre y a la madrastra e ir a Japón para buscar a su madre. La encontró, siendo una experiencia tremendamente emotiva. El hijo vivió con su madre hasta la muerte de ella, devolviéndole la alegría, ilusión y haciendo que su infierno terminara.
Para anunciar la ópera siempre ha habido maravillosos carteles, recuerdo uno que me conmueve especialmente y que muestro aquí en el blog, una Madama Butterfly sacudida por el dolor y despidiéndose de su hijo, con los ojos vendados y la banderita en la mano. Siempre que veo esta imagen siento esa terrible historia.
En una escena de la ópera, Madama Butterfly le cuenta temerosa a su marido que ha oído decir que en America a las mariposas las atrapan y las atraviesan con un alfiler. Finalmente así termina ella, atrapada, sin poder volar y atravesada mortalmente con su vida y su amor aniquilados.
Pienso en el amor, es una sensación tan intensa que puede dolernos terriblemente pero en realidad el amor es para ser feliz, para llenarnos. Cuando dejamos de gozar y sufrimos espantosamente por amor porque lo perdemos y/o éste nos traiciona, nosotr@s como mariposas no debemos morir, atravesados con un alfiler, debemos volar hacia nuestra libertad hasta que el dolor se apague y algún día volvamos a encontrar la felicidad. Nuestra vida vale mucho más que cualquier relación por muy hermosa y maravillosa que ésta nos parezca. Siempre hay otros sueños por vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario