Hoy un alma errante me ronda,
¿será que siente mi pena? ¿Le atrae mi desconsuelo y sabe que esta noche veo el
mundo en rojo y negro?
La siento cerca de mí con una gran intesidad. No hace mucho tiempo, la sentía de modo sutil y me estremecía por las noches con un lejano sollozo. Yo me cubría la cabeza con las sábanas, como una niña y fingía no oír nada. Pero esta noche, no. Esta noche no puedo ignorarla. Es más fuerte y parece que quiere hacerse notar. Tal vez le desconcierta que esta vez mi dolor es más grande que el suyo.
Toda la naturaleza le canta a la tristeza y yo no puedo dormir. No daré más vueltas en la cama. Hace mucho que las vueltas las doy lejos de las sábanas y hasta mi sangre la noto helada más que por el frío... por ella. No importa, no quiero perderme la belleza de la noche durmiendo, ya dormiré a la luz del día cuando ésta muestre la fealdad del mundo, entonces yo, me adentraré en mis sueños y viviré otra noche durante el día, un viaje extraordinario... pero ahí está, es ella, ¡OTRA VEZ!
Traviesa, se esconde en una pared, pero yo sé que la he visto. También la siento, aunque no la vea. Translúcida y bella se deja ver brevemente por el rabillo de mi ojo pero cuando me vuelvo a observarla ya no está. Es un juego cruel y confuso, pero ya he superado mi miedo a estar loca... sé que lo estoy pero esto, NO es una locura. A pesar del embotamiento que produce la tristeza, mantengo una gran lucidez.
Ella a veces es luz, otras veces es sombra, a veces se muestra etérea, otras veces clara como yo, a veces se muestra, otras veces se oculta... A veces con gran osadía aparece en lo alto de la escalera y con consistencia tal que me pregunto si alguien habrá entrado en mi casa. Pero cuando voy... ya no está.
¿Por qué hace esto? No siento que quiera asustarme, me da la sensación de que quiere comunicarse, llamarme la atención, contarme su historia (y yo empiezo a desearlo), tal vez es que siente curiosidad por mí y al ver las lágrimas congeladas en mi rostro tal vez quiere que compartamos desdichas, como buenas hermanas. Después de todo, los muertos, como los vivos, están hechos de luz y tinieblas.
Ahora oigo un murmullo, pero cuando estoy segura de ello, se calla. ¿Quién eres? pregunto. Me asusto de mi propia voz. Me da más miedo incluso que la respuesta que pueda llegar y no llega. No me atrevo a preguntar más con ese hilo de voz que me demuestra que tengo miedo después de todo, mucho miedo. Esconderé mi voz, que descanse, como la de ella y cuando todo pase, dejaré que vuelva a sonar con gran fuerza y libertad. Ahora no puedo. Es que con ella aquí no puedo. Intento pues, hablarle con mi mente: Nadie me ha hablado de ti... ¿por qué estás aquí? ¿Cuál es tu tormento? Parece haber oído mi mente puesto que un susurro incomprensible ha respondido al fondo del oscurísimo pasillo. Eso puede conmigo, salgo caminando deprisa en dirección contraria, buscando refugio en mi habitación, paso por delante del lujoso espejo que cuelga en la pared y veo que la mujer que se refleja en él, no soy yo, es ella... Sin poder fijarme en sus rasgos debido al miedo, en cuestión de segundos salgo corriendo y vencida por el pánico me escondo una vez más bajo las sábanas. Ha querido mostrarse ante mí una vez más, en esta ocasión en un espejo, ella sabe la atracción que siento por estos objetos y ha pensado que tal vez así... No, no puedo.
Ahora siento fuertemente su presencia al lado de la cama, algo se mueve -de nuevo- en otro espejo, el de mi habitación y una extraña sombra se escabulle por debajo de la puerta, lejos de mí. Cierro con fuerza los ojos y se lo agradezco. Los temblores pasan. Hay en mi interior otro horror más grande que los que vienen del más allá... Mi llanto me estremece, las lágrimas vuelven a correr por mis mejillas, los amores del pasado duelen demasiado y quién sabe si ella llora por lo mismo y ha intentado consolarme.
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